El Jardín de las Delicias es, sin duda, la obras más admirada y controvertida de El Bosco. Un triptico excepcional, prodigio de mitos y tradiciones mundanas e imaginativas, plagado de un clima de fantasía inagotable. Es una pintura que se lee, son situaciones sucesivas que implican la máxima atención del espectador es su contemplación.
Tradicionalmente se denominó "La pintura del Madroño". En su primera parte se representa la creación del mundo (Adán y Eva), el centro es el "Jardín de la Delicias" y la parte izquierda es el infierno.
Tradicionalmente se denominó "La pintura del Madroño". En su primera parte se representa la creación del mundo (Adán y Eva), el centro es el "Jardín de la Delicias" y la parte izquierda es el infierno.
En el tríptico abierto se incluyen tres escenas. La tabla izquierda está dedicada al Paraíso, con la creación de Eva y la Fuente de la Vida, mientras la derecha muestra el Infierno. La tabla central da nombre al conjunto, al representarse en un jardín las delicias o placeres de la vida. Entre Paraíso e Infierno, estas delicias no son sino alusiones al Pecado, que muestran a la humanidad entregada a los diversos placeres mundanos. Son evidentes las representaciones de la Lujuria, de fuerte carga erótica, junto a otras de significado más enigmático. A través de la fugaz belleza de las flores o de la dulzura de las frutas, se transmite un mensaje de fragilidad, del carácter efímero de la felicidad y del goce del placer. Así parecen corroborarlo ciertos grupos, como la pareja encerrada en un globo de cristal en el lado izquierdo, en probable alusión al refrán flamenco: “La felicidad es como el vidrio, se rompe pronto”.
El tríptico cerrado representa en grisalla el tercer día de la creación del Mundo, con Dios Padre como Creador, según sendas inscripciones en cada tabla: “Él mismo lo dijo y todo fue hecho” y “Él mismo lo ordenó y todo fue creado” Génesis (1:9-13).
Obra de carácter moralizante, es una de las creaciones más enigmáticas, complejas y bellas de El Bosco, realizada en la última etapa de su vida. Adquirida en la almoneda del prior don Fernando, hijo natural del gran duque de Alba, Felipe II la llevó a El Escorial en 1593.
Es depósito de Patrimonio Nacional en el Museo del Prado desde 1939.
En proximas entradas seguiremos con el análisis de la obra.
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